Una de las tareas que más me interesan de la labor docente es la del tutor. Normalmente, cuando acudo a un centro educativo a impartir charlas para combatir la LGTBIfobia y fomentar el respeto a la diversidad (si esto es "adoctrinamiento", por favor, que quien lo piense vaya al psiquiatra), me encuentro con la figura del tutor y me doy cuenta de la importancia que tiene para el alumnado. De hecho, me he dado cuenta de que cuando el tutor se muestra pasivo durante la charla (haciendo un poco las veces de lo que conocemos como profesor "negligente") es más difícil penetrar en les alumnes. Sin embargo, cuando la tutora se muestra activa, interesada y preocupada por sus discentes, es mucho más fácil que la gente participe y se atreva a expresar sus opiniones en libertad (aunque a veces no nos gusten, los estudiantes se están educando y, al manifestar consideraciones LGTBIfóbicas, podemos argumentar y seguramente es posible que en algún momento puedan reconsiderar su postura). Doy mi enhorabuena a esos tutores implicados, que muchas veces en condiciones difíciles consiguen mejorar un poquito la vida de sus estudiantes mediante mucho esfuerzo.
Si el día de mañana soy tutor, me gustaría mirarme en el espejo de estos últimos. Debemos ser conscientes de que la vida de nuestras alumnas no siempre es la más sencilla y que muchas veces padecen situaciones que no deberían sufrir, pero allí están esos tutores implicades, como decía antes, para mí uno de los indicadores más importantes de calidad del sistema educativo.
Como ya he dicho en posts anteriores, me considero un docente LGTBI y lo quiero demostrar mediante mi imagen pública en los centros (no sé si me contratarán en alguno de esos centros católicos que pagamos con los impuestos de todes les castellanes y leoneses). Desde luego, en mis clases voy a tratar de mostrar la belleza de la diversidad y espero poder estar a la altura cuando el odio y la LGTBIfobia penetren en los muros de mi escuela.
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