Ayer uno de nuestros profesores del máster en Educación Secundaria nos planteó un reto: que nos imaginásemos cómo sería la educación dentro de unos 30 años. Todes nosotres vamos viendo cómo la digitalización se ha hecho dueña de nuestras vidas y eso también incluye nuestra actividad en las escuelas. Por ejemplo, se nos enseñaba un vídeo de una conocida empresa multinacional sobre la gran capacidad que tenía la utilización de la tecnología de fomentar la creatividad de los educandos.
Sin embargo, había algunas cosas que no me terminaban de cuadrar, o más bien me parecían perturbadoras. Al convertir todo en pantallas, la sociedad se había deshumanizado todavía más: las personas ni siquiera se miraban prácticamente a los ojos. Este es, en mi opinión, uno de los mayores problemas de la sociedad actual: solamente miramos el progreso en términos tecnológicos, que pueden estar muy bien, sobre todo si no se utilizan en favor del furibundo capitalismo en el que estamos todas insertas.
Por el contrario, me imaginé un mundo en el que no tuviera que luchar por mis derechos por pertenecer al colectivo LGTB+, un mundo en el que la extrema derecha no existiera y no pusiera en peligro los avances sociales, un mundo en que no hubiera estigmas por tener VIH. En definitiva, un mundo más justo. Eso es lo que necesitamos.
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